Durante la infancia el cerebro del niño funciona en ondas cerebrales de baja frecuencia, de forma que absorbemos todo lo que sentimos, escuchamos y observamos a nuestro alrededor sin ningún tipo de filtro.
Cualquier información, ya sea visual o verbal, queda grabada en nuestro subconsciente como verdades absolutas, aspectos que nos dirigen y condicionan el resto de nuestra vida.
Toda esta información forma parte de nuestras CREENCIAS adquiridas a través de nuestros padres, maestros, y el resto de personas con quien nos relacionamos en la infancia.
Son afirmaciones, pensamientos, juicios e ideas sobre nosotros mismos, sobre la gente de nuestro entorno más cercano o sobre el funcionamiento del mundo que ni siquiera nos cuestionamos porque están profundamente instauradas en nuestro interior desde muy temprana edad.
Las creencias limitantes nos bloquean y paralizan, sin saber muchas veces porqué pensamos, nos sentimos o vivimos como lo hacemos.
La televisión, la religión, la política y otros aspectos socioculturales también juegan un papel importante en la formación de creencias.
Las creencias nos proporcionan sensación de seguridad y de certidumbre, incluso nos proporcionan una identidad en la que cimentamos lo que creemos ser. Por eso nos aferramos a ellas. Sin embargo, muchas veces nos impiden avanzar y nos mantienen atascados en situaciones que ya no queremos vivir. Son como ese jersey que de niño tanto te gustaba y que ahora no te vale, pero que te empecinas en seguir llevando puesto, pese a que ya no te deja moverte.
Estamos programados y condicionados. Nuestra forma de pensar, nuestros patrones de conducta, nuestra autoestima, nuestras finanzas, nuestra forma de relacionarnos con los demás…
En muchas ocasiones, actuamos de forma automática en base a toda esta información que tenemos en nuestra programación.
Se ha comprobado que sólo el 5% de nuestra vida está controlado por nuestra mente consciente, mientras que el 95% está dirigido por nuestra mente subconsciente e inconsciente en forma de impulsos, pensamientos incontrolados y recuerdos reprimidos.
Tengo una buena noticia, y es que las creencias se pueden cambiar. ¿Cómo? A través de la reprogramación mental:
El primer paso es ser consciente de que creencias tienes y cuales estás transmitiendo a tus hijos o alumnos.
El segundo paso consiste en liberar las creencias que nos limitan y sustituirlas por creencias potenciadoras. Son aquellas que nos impulsan a avanzar y progresar, para vivir la vida que queremos.
La mayor parte de las creencias proceden de la primera infancia, de los 0 a los 6-7 años, y también vamos incorporando nuevas creencias según las experiencias que vivimos a lo largo de nuestra vida.

“Hasta que lo inconsciente no se haga consciente, el subconsciente seguirá dirigiendo tu vida y tú lo llamarás destino”
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